lunes, 12 de marzo de 2012

Entrevista al periodista Juan Manuel González Arzac

¿Se puede atribuir a la Gestión de Juan José Muñoz la culpabilidad por el descenso de Gimnasia en el 2011?

Carácter transitivo que exime de exclusividad
 
Tras 13 años de vaciamiento desmedido, resulta inverosímil encontrar culpabilidad en una sola persona. Claramente la sucesión de atrocidades (institucionales y deportivas) involucran a una serie de personas, identificables todas, claro está, pero con una generosa repartición de responsabilidades por tiempo y realidades para cada uno que los eximen de la exclusividad.
Si bien es cierto que no hubiera existido este desorbitado Delmar sin un ordinario Gisande previo; ni ese Gisande sin antes un inescrupuloso Muñoz; ni ese Muñoz sin la gesta originaria de un crápula como Domínguez; es aún más veraz, a su vez, que sin ellos Gimnasia no sería el fantasma que es hoy.
Puesto en hechos, si Domínguez no hubiera viciado las finanzas del club con compras irrisorias, haciendo crecer exponencialmente el pasivo y descapitalizando el patrimonio; quizás Muñoz no hubiera llegado como un redentor y con él toda su gestión personalista.
Si Muñoz, asimismo, no se hubiera ocupado exclusivamente del fútbol despojando al club de toda otra identidad deportiva, y así contratado por cifras siderales en pos de un usufructo para sí y a costa de una nula producción de Inferiores, como así tampoco se hubiera expuesto como el enviado de Dios, manoseado a los ídolos futbolísticos como macetas, entre muchísimos otros mamarrachos; pues quizás no existiera luego la soez obra de Gisande.
Entonces, si Gisande no hubiera degradado el patrimonio institucional incrementando el pasivo corriente a números incalculables (e impagables); ni accedido a negociados turbios con representantes (Brian Costa, agente de Diego Cocca); ni obsequiado la conducción del club al técnico de turno; ni hostigado al corazón del hincha tripero con papelones tales como los de Cufré o el Moncho Fernández; ni desechado la continuidad de Franco Niell o Marco Pérez o Diego Villar o Sebastián Romero, por nombres como los de Gastón Casas, Claudio Graf, Hugo Iriarte, Walter Jiménez o Ricardo Moreira; posiblemente la gente no le hubiera confiado el futuro inmediato del club a un hombre de 85 años, como Delmar, ya considerablemente fuera del foco de lo profesional y serio. Tanto que asumió el compromiso de apagar el incendio echándole nafta mediante políticas deportivas incongruentes con el regreso del máximo ídolo.
Así pareciera que sin Domínguez, el origen del mal, no existiría esta realidad. Pero cada uno de los actores, aún en su carácter transitivo, es responsable de las decisiones que tomó en cada caso, puesto que aún condicionadas, fueron caminos de elección propia en un marco que siempre ofreció otra salida.

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